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Eficiencia y fallos de mercado

Eficiencia desde el mercado y los fallos de mercado
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La eficiencia y los fallos de mercado

Adam Smith, en la primera gran obra de la economía moderna, “la riqueza de las naciones”, afirmó que la competencia inducía a los individuos en la búsqueda de sus propios intereses privados, a fomentar el interés público, como si fueran conducidos por una mano invisible.

Smith sostenía que no es necesario recurrir ni al Estado ni a ningún sentimiento moral para hacer el bien. Mantenía que se sirve al interés público simplemente cuando cada individuo hace lo que redunda en su propio beneficio.

El egoísmo, según él, es una característica de la naturaleza humana mucho más persistente que la preocupación por hacer el bien y, por lo tanto, constituye una base más sólida para organizar la sociedad.

Las personas tienen más probabilidades de saber con una cierta precisión qué les resulta bueno que saber qué es bueno para el interés general, y la idea que se esconde detrás de esto es simple, si existe algún bien o servicio que la gente valora pero que actualmente no se produce, se estará dispuesto a pagar por él, donde estarán los empresarios para satisfacer esa “necesidad”.

Según esta idea, ninguna comisión gubernamental tiene que decidir si debe producirse o no una mercancía (se producirá si pasa la prueba de mercado, es decir, si los consumidores no están dispuestos a pagar por ella es superior a los costes de producción, y no se producirá).

Tampoco se necesita comprobar si una determinada empresa está produciendo eficientemente ya que la competencia se hará cargo de expulsar a los productores menos eficientes.

La economía del bienestar es la rama de la economía que se ocupa de lo que se denomina cuestiones normativas. La cuestión normativa más importante para la economía del bienestar es cómo debe gestionarse una economía: qué debe producirse, cómo debe producirse, para quién y quién debe tomar estas decisiones.

Y es aquí, donde mencionamos la eficiencia en el sentido de Pareto. Las asignaciones de recursos que tienen la propiedad de que no es posible mejorar el bienestar de ninguna persona sin empeorar el de alguna otra se dice que son eficientes en el sentido de Pareto u óptimas en el sentido de Pareto.

La eficiencia de Pareto

El criterio de Pareto tiene una importante propiedad, que es el individualismo, la eficiencia paretiana solo se ocupa del bienestar de cada persona, no del bienestar relativo de las diferentes personas, no le preocupa la desigualdad.

Otro aspecto a tener en cuenta, es la soberanía del consumidor, los individuos son los que mejor pueden juzgar sus propias necesidades y deseos, sabiendo su nivel individual de percepción de su bienestar.

Los teoremas fundamentales sobre los que se basa esta eficiencia en el sentido de Pareto son: 1) toda economía competitiva es eficiente en el sentido de Pareto y, 2) toda asignación de los recursos eficiente en el sentido de Pareto puede alcanzarse por medio de un mecanismo de mercado competitivo con la debida distribución inicial.

Hay seis importantes condiciones en las que los mercados no son eficientes en el sentido de Pareto, se denominan fallos del mercado y constituyen un argumento a favor de la intervención del Estado. Estos fallos son los siguientes:

Competencia imperfecta, bienes públicos, externalidades (pueden ser positivas o negativas), mercados incompletos, información imperfecta, paro y otras perturbaciones macroeconómicas.

Estos fallos de mercado no son excluyentes; la existencia de mercados incompletos se debe en parte a problemas de información. En ocasiones se piensa que las externalidades se deben a la existencia de mercados incompletos.

A veces los bienes públicos son casos extremos de externalidades y muchas de las investigaciones recientes sobre el paro han intentado relacionarlo con los demás fallos del mercado.

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